miércoles, 4 de abril de 2012

Coge el bate

Cuando mi hijo nació mi mujer murió, fue una época muy triste para mí y más si tenemos en cuenta que nunca quise ese hijo. Me jodió la vida, pero me prometí que lo cuidaría por ella, que lo querría como la quise a ella. Desde que estuvo conmigo nunca le deje salir de casa. Le enseñé a ser siempre bien educado, a no tratar mal a la gente, le conté historias sobre las experiencias que los niños normales tenían en sus vidas. Le enseñé a entender que era mi proyecto, que no era normal. Entonces, cuando cumplió los quince le hablé sobre las peores certezas que proporciona la experiencia. Le dije que el mundo se mueve por dinero y que si quería mover algo necesitaría dinero. Le conté como el dinero viene de la fama, y la fama de la suerte y los contactos. Le propuse la falsedad y la frialdad como medios de actuación, y el asesinato como forma de solucionar molestas voces. Mi hijo se convirtió en un hombre fuerte y decidido, educado para triunfar contra toda moral y ética. Organicé algunos actos sociales en los jardines de mi propiedad para que comenzase a relacionarse. Las mujeres caían a sus pies y todos los hombres querían ser amigos suyos. Una mañana vi que mi proyecto estaba terminado y que solo quedaba su parte, entonces le abrí la puerta de casa y le di las llaves de mi Porsche. Hijo, ya te he enseñado como es el mundo, ahora sal y reviéntalo.

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