miércoles, 11 de abril de 2012
Hola y adiós
Nací un 11 de marzo. Escapaba de la cuna para ver mi casa. Lanzaba peluches contra las paredes y comía tortitas con nata. Tenía siempre el mismo sueño, uno en el que todos eran dibujos animados y vivían en el París de la Alta Edad Media. Vi James y el melocotón gigante más veces de las que pueda contar y aún así no la recuerdo. Me ponía enfermo y me llevaban el televisor a mi habitación para que viese películas. Tenía un cubo junto a la cama para vomitar. Yo jugaba al fútbol con mi amigo, o sin él. Ya perdí a aquel amigo. Yo era del Madrid, luego fui del Barça, ahora odio el deporte de equipo. Comía puré de calabacín porque a mi familia le gusta. De camino al colegio mi padre me enseñaba a no torcer los pies, me decía que mirase los nidos de las golondrinas porque era curioso que verlas salir y entrar como aviones hacia una boda. Cuando mi padre llegaba tarde a recogerme siempre pensaba que le había pasado algo, que me había quedado solo. Cuando me cambié de ciudad lloré mucho, no quería cambios. Viví en una casa donde al llover se atascaban los desagües y la mierda estaba por todo el sótano. Siempre viví de alquiler para no preocuparnos de esos problemas. Me gustaba nadar, no pensaba en nada y me sentía bien. Empecé a fumar y ya no podía nadar igual. Me gusta el mar pero me aterrorizan sus profundidades. Morir ahogado puede ser bonito o agónico, según te lo tomes. Aprendí a hacer el pino y me gustaba estar del revés. Empecé a beber, empecé a pensar en todo lo que no había pensado y dejé de lado todo lo que me había preocupado. Tengo 18 años y ya estoy muerto.
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