Noche tranquila, en el bar se está a gusto. Una chica en la esquina de la barra me mira mientras bebo cervezas. Lo he notado, lo sabe, lo hace a propósito. Nunca está de más. Le digo a la camarera que le lleve un tercio. Todo va bien, la chica sonríe al verme. La camarera lleva un tercio, se va a acercando a la chica. No contaba con el error humano. La camarera pasa de la chica y se lo da justo a la de al lado, que en este caso es un orco. Me pongo nervioso, la chica guapa me mira con enfado y se marcha, la chica orco me sonríe. Pago rápido, empiezo andar hacia la puerta pero la orco chica se interpone. Para mi sorpresa sabe hablar, dice que se llama Antonia. Sus gestos repelen a las cucarachas. Insiste en agradecerme la cerveza. Quiero decirle que ha sido un error pero temo que avise a Sauron, Legolas está lejos como para salvar a un murciano en un bar. Le digo al orco que tengo que irme, que es tarde y me duele el estómago. Parece que no va a cesar en su desesperado acoso, pero le da un ataque, algo así como un infarto, y consigo irme. Dios bendiga el colesterol.
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