miércoles, 1 de agosto de 2012
Green grass, blue sky
En Vietnam hay un gran prado precioso, con una hierba muy alta y muy verde. Tian Lian me dijo que es gracias a los cadáveres que se descompusieron ahí tras la guerra. Me dijo que hasta lo más horrible tiene su parte bonita. El arte en la tragedia. Tian Lian vive del campo, es un hombre sencillo y muy sabio. La gente de campo en oriente no es como la gente de campo en occidente. Allí meditan en soledad, aquí juegan a las cartas y le pegan a sus mujeres. ¿Por qué todos los ángeles tienen cara de niños? ¿Por qué todos son rechonchos? Yo me imagino a los ángeles más como Brad Pitt que como Jack Black. Hay un gran número de ángeles en ese prado de Vietnam. Ángeles caídos en la batalla, con cuyo sacrificio se logró expulsar al invasor. Un invasor que arrasa liderado por su tío Sam. Un invasor que descubrió nuevos sinónimos de derrota que sonaban a victoria. Una derrota camuflada, camuflada con trajes de camuflaje verdes y marrones con arbustos por encima, con trajes de victoria. No quiero medallas para soldados muertos, quiero estatuas de ángeles en los campos de batalla. No es mayor honor morir en la guerra que en tu casa. Morir de por sí no tiene honor alguno. Morir es morir, es el ciclo de la vida y nadie debería ser recordado por ello. No hay medallas para los rockeros que viven libres y mueren libres, no hay pagas vitalicias para sus familias cuando se vuelan la cabeza de un disparo. Y volarse a sí mismo la cabeza tiene más mérito que que te la vuele otro. Y las cabezas a volar. Las cabezas voladoras del mundo deberían aparecer en los sueños de quienes las volaron. A quién le aparecen seguro que termina volándosela también. Y al final los que vuelan mejor son los ángeles.
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